Han pasado ya más de cuatro meses pero no quería pasar la ocasión de recordar las increíbles jornadas gastronómicas celebradas en el museo de Carruajes de Sevilla durante todo el día 23 de noviembre del año pasado. Éstas se trataban de la II edición, puesto que las primeras se celebraron un año antes en 2017 en las Galerías Peyré (c/ Francos, 40) y a las que no pude asistir.
Para esta velada, el diario ABC y la revista Gurmé repitieron como organizadores, entre los muchos patrocinadores estuvieron Cruzcampo, Royal Bliss y hasta el banco Santander. Aquel día el evento se concentró en dos pases, uno al mediodía (de 13:00 a 17:00) y otro a la noche (20:30 a 23:00). Por cuestiones personales no pude llegar al primer pase, que por otra parte me hubiera gustado más puesto que abarcaba más tiempo, y en este evento, el tiempo es oro.
Como un reloj, las puertas del museo de Carruajes se volvieron a abrir a las 20:30, turno para descubrir lo que habían montado. En la recepción, todo muy correcto y acorde a la celebración: photocall, recogida de las entradas, un breve díptico con explicación detallada de tas bodegas y los bares participantes y hasta guardarropa. Nada más entrar y a primera vista, se notaba el éxito de público si bien y como nota negativa, hacían falta más mesas y sillas. Toda la noche apenas pudimos sentarnos unos minutos.
Lo primero fue recibir a modo de obsequio un tarro de aceite promocional de AOVE 1881 de Osuna, uno de los proveedores de la noche. En varios puntos también, y de manera libre, se podía adquirir picos y regañás de la panadería artesana Obando, todo un acierto puesto que hicieron falta para acompañar los quesos del grupo Sequesa TGT y el jamón Señorío de Montanera.
El catering fue uno de los puntos más positivos de la noche, el servicio iba suelto, rápido. Aparte de cerveza Cruzcampo y refrescos, los amantes del vino pudimos disfrutar de varias bodegas que participaron como Beronia, Marqués de Riscal, Huerta de Albalá, José Estévez y Vermut Lustau. Todo un lujo que se vio recompensado.
Los platos fuertes llegaron con los establecimientos y sus tapas hechas para el acontecimiento: en total 9 bares/restaurantes y 2 reposterías, a los que había que sumar la colaboración de la empresa Inés Rosales y la coctelería Premier.
Cada uno de los participantes montaron su stand en el interior del museo habilitado. La idea era la siguiente: autoservicio y esperar la cola que hiciera falta en el stand hasta que te sirvieran, en el momento en que te servían picaban la hoja que se llevaba, para de esta manera, no repetir en el mismo bar. De los 9 bares, 7 pertenecían a la ciudad, y 2 a municipios. Se encontraban, por orden alfabético: la Antigua abacería San Lorenzo, Alhucemas, Cotidiano, La Azotea, Manolo Mayo, Martín Blanco, Petit Comité, Puratasca y Rocala.
Pasando a desgranar lo que ofrecieron diré que la oferta fue generosa, tanto en tamaño como en calidad, hubo sus más y sus menos en cuanto a variedad, pero en general nos pareció de un nivel alto. La abacería San Lorenzo arriesgó con una Sopa de liebre, en boca se notaba más como a sopa de tomate, no era tan líquida como una sopa que todo el mundo conoce. Restaurante Alhucemas de Sanlúcar la Mayor, en contra de lo habitual en su carta que son los pescados y el marisco, sorprendió por lo contrario, nos trajo un Pinchito moruno de cordero. La Azotea optó por un Tartar de gambas con huevas de trucha y ajoblanco de coco, moderno, innovador
y nada común como nos tiene acostumbrado este lugar.
Cotidiano presentó una Croqueta de plancton y jamón con crema de puerros y piñones, un perfecto y pequeño bocado que nos dejó impresionados. Manolo Mayo fue más tradicional y ofreció unas Fabes frescas, quizás lo más apetitoso de la noche, una tapa quizás no muy ligera para tomar de noche, pero con un sabor y una intensidad que haría las delicias del menos apasionado del cuchareo.
Martín Blanco apareció con un Cochinillo frito con migas y torreznos, el plato más abundante de la noche y puede que el más básico, no apto para cardíacos. Petit Comité llevó un Pastel de pescado con mayonesa de algas, como si se tratara de un pastel de cabracho, suave y delicioso con un buen acompa
ñamiento, un acierto llevarlo. Puratasca mostró su Tamal de pularda y verduras con cebolla encurtida, ofrecido a la manera autóctona, una tapa bastante generosa y de un sabor muy fuerte. Por último, Rocala llevó uno de sus Tacos canalla, los cuales tenían a la carne picada como su principal ingrediente y un limón de acompañamiento.
Ya metidos en los postres, hubo una clara distinción. Por un lado Suflé y por otro Puro&Bio. Los primeros, más centrados en la repostería y los dulces, llevaron un Tocino de cielo con cigarro de merengue y frutos rojos, el mejor postre de la noche personalmente y posiblemente el tocino más blando y tierno que haya probado jamás, ayudado por un cigarro crujiente hecho de merengue, totalmente recomendable. Puro&Bio, a su vez, trajeron helados varios, de fabricación artesanal. Los puestos de postres fueron de los más demandados por el público asistente, a la par del stand del jamón ibérico llevado por Señorío de Montanera. Otro stand presente era el de Inés Rosales, que vendían sus famosas tortas de aceite y obsequiaba al público con una bandeja de mantecados y alfajores. Chapó.
Para finalizar la cena y bajar la comida, nada mejor como visitar el stand de Premier y pedirse un digestivo o una copa, el evento acababa y por fin encontramos hueco donde sentarnos (al fin, gracias). La noche fue perfecta, salvo por la falta de espacio y de asiento y el más corto horario de la jornada nocturna, lo que me hará plantearme para este 2019 asistir mejor al pase de mediodía. Los obsequios de los proveedores fueron muy bien recibidos por la gente (gracias especialmente a Obando, aceites 1881 e Inés Rosales). Y la comida, muy acorde al evento, ofreciendo calidad por goleada y una experiencia única para todo seguidor de las nuevas propuestas culinarias. Todo incondicional de la gastronomía debería acudir a estas jornadas alguna vez en su vida. No le defraudará.